jueves, 5 de septiembre de 2013

el peligro de instalarse en el hastío

EL PELIGRO DE INSTALARSE EN EL HASTÍO
Mario Conde

17-03-2013

Uno de los riesgos, y no el menor, de las crisis duraderas reside en que pueden convertirse en un sendero que conduzca a instalarse en el hastío. Los griegos decían aquello de que el asombro es la puerta que conduce al conocimiento. Y tienen razón: para que realmente penetremos en la sustancia de las cosas, para que nos enteremos de verdad qué sucede, es necesario que la realidad se muestre tan cruda, tan brutal, tan descomunal que nos produzca asombro, hasta el extremo de exclamar eso de ¡es increíble! Pues a partir de la incredulidad comenzamos a conocer. Hasta ese momento, creíamos que la realidad se correspondía con los discursos de quienes gobiernan, de quienes ejercen cualquier forma de poder. Y suele ocurrir que el despertar a lo verdadero se produce con tal carga de asombro que los primeros compases del nuevo conocimiento, de la percepción directa de la verdadera realidad, suelen traducirse en ciertas manifestaciones de violencia. Pero nada excepcionales. Pensemos, por ejemplo, en el 15 M y ese movimiento de los llamados indignados. Se tradujo en unas pocas 'sentadas', algunas algarabías, cierto mobiliario urbano destrozado, contadas cargas policiales y poco mas. Bueno, esto sí, un montón de artículos de periodistas, comentaristas, tertulianos y ciertos políticos a favor y en contra de esas agitaciones. Pero de violencia en estado puro, muy poco. Ni siquiera cuando el alcalde de Marinaleda y algunos de los suyos se dedicaron a la labor de invadir supermercados bajo el pretexto de conseguir comida para los hambrientos, cuando en realidad buscaban notoriedad política para los que de ello viven.

Por ejemplo, ya hablamos poco de economía. No hace demasiado tiempo los medios de comunicación se llenaban de comentarios sobre magnitudes macroeconómicas, tasas de paro, problemas crediticios, concurso de acreedores y otros de la misma pluma, y llamaba la atención el tremendo desparpajo de algunos periodistas que comentaban sobre esas cuestiones técnicas manifestando sobre ellas una ignorancia enciclopédica, lo que no les libraba del terrible vicio español, mas castellano que galaico, de sentenciar sobre lo desconocido. Parece que nos hemos resignado a vivir mucho peor y algunos, no pocos, a instalarse en las puertas de la indigencia. Los recortes, Alemania, el euro, el BCE, la falta de liquidez... pasan casi a la categoría de temas del pasado aunque siguen estando presentes -desgraciadamente- en el diario vivir. Pero han conseguido hastiarnos. De los bancos, por ejemplo, ya solo nos preocupa, en su caso, la estafa de las preferentes, sobre todo si somos uno de los engañados. De lo demás, casi nada.

La Casa Real nos llenó de asombro al comienzo de los pormenores de su singular camino judicial, por obra de ciertos miembros por afinidad y consanguinidad. Al comienzo no dábamos crédito a lo que se decía, pero día a día en nuestro interior se fue, como dicen los castizos, 'haciendo callo en el alma'. Ya nos creemos todo y al mismo tiempo ya no creemos en nada. La Justicia se pone en evidencia en un paso mas en su singular suicidio al arrinconar el Derecho y sustituirlo por la política o la ignorancia, y consigue que una abrumadora mayoría de españoles piensen que el mensaje del Rey, de igualdad ante la Ley no pase de ser fuego de artificio. Si a eso se une el deterioro moral de la Corona por obra y gracia de una 'amiga del rey' como agente encargado de asuntos de Estado reservados, comprenderemos que corremos el riesgo de dejar de hablar de la Corona para situarla solo en el agradecimiento por servicios del pasado, con mas dudas sobre el futuro.

Y de la clase política ya solo hablamos para calificarla de casta y proferir insultos, descalificaciones, atribución de culpabilidades, demonización y otros asertos similares. La generalización, insisto, no es intelectualmente admisible, pero sociológicamente inevitable. Definitivamente no creemos nada de lo que dicen. Por eso en un país convulso e irritado, desconcertado y preñado de miedo, el debate entre los dos líderes del gobierno y oposición es visto por poco más del dos por ciento de los españoles. No sería malo, desde luego, si domináramos el arte en el que los italianos son maestros: saber vivir sin gobierno. Pero nosotros, que nos hemos labrado a pulso la vocación de súbditos, necesitamos de alguien que nos redima de nosotros mismos.

Así que caminamos al hastío. Nos da igual lo que nos sucede en política, en economía, en monarquía, en república, en educación, en cultura, en Europa, en agricultura, en medio ambiente, en industria, en investigación, en desarrollo científico, en pago de deudas, en cobro de créditos. La lista es larga. Sociedad hastiada es sociedad entregada a lo inevitable. Ya solo busca sobrevivir como sea a este temporal amarrada a cualquier palo mayor mientras toda la arboladura cae con estrépito sobre cubierta. El caso es llegar a un puerto como sea y cualquiera que sea. Sobrevivir. Pisar algo de tierra firme aunque sea para ser vendidos como esclavos. Mal asunto, sin duda. 
http://www.laregion.es/opinion/17412/27793/

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